A
propósito de la noticia que se publicó en Colombia hace unos días
, relacionada con el lanzamiento que hizo una diseñadora
española de una colección de bolsos que resultaron ser mochilas wayuu, se debe
decir que esto viene sucediendo desde hace mucho tiempo y que conviene ponerle
un límite a través de estrategias colectivas y legales, en algún momento.
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Mochilas elaboradas por artesanas del pueblo Wayuu de Colombia |
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Wayunkerra de trapo por Wayunkerra Epinayu |
Los
planteamientos aquí expuestos son mi opinión personal como mujer wayuu hacedora
de
Wayunkerras, no intentan por tanto
expresar una posición colectiva que se pretenda imponer ante el pueblo Wayuu o ante
otros pueblos indígenas que mencionaré en este artículo, el cual solo intenta
ser un aporte, como resultado de mi experiencia personal.
Para
entrar en materia, me refiero a lo siguiente: las "mochilas" wayuu son usadas por personas con
una cierta comprensión de lo que verdaderamente valen la cultura y las
costumbres indígenas. Poco a poco, la mochila wayuu se ha posicionado en
grandes e importantes escenarios de la moda, al punto de convertirse en un
accesorio que combina en forma armónica con ropa casual o formal. Las
celebridades y diseñadores de alta costura de talla internacional, están
fascinados con sus llamativos diseños.
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Foto enviada desde Canadá |
La
mochila wayuu casa con todo tipo de atuendo y llama la atención de
fashionistas que aman la tendencia
étnica o tribal, tan de moda por estos días. El impecable trabajo de las
artistas wayuu ha llamado la atención de muchos diseñadores de alta costura, nacionales
e internacionales, tales como Pillip Lim, Carolina Herrera, Oscar de la Renta,
Silvia Tscherassi, entre otros, quienes han utilizado dichas creaciones con sus
propias intervenciones, destacando aún más la perfección y la belleza de cada
pieza.
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Foto enviada desde Bangladesh |
En
Colombia es tal su popularidad, que mucha gente tiene dentro de sus armarios
una o varias mochilas wayuu, las cuales también se han acreditado entre famosos
de todo el mundo y la gente del común en Europa y Norteamérica, a donde han
llegado por medio de personas que han visitado la Guajira y han descubierto el
potencial económico en ellas. Sin embargo, la realidad detrás de quienes comercializan
nuestras creaciones es que obtienen utilidades mucho mayores que las que
reciben las mujeres wayuu que las elaboran y venden, a quienes, entre otras
cuestiones, se les omite el crédito de ser ellas las creadoras y verdaderas
diseñadoras de estas únicas y exclusivas piezas de arte.
Desde
que somos niñas, las wayuu aprendemos nuestras costumbres y tradiciones. Las
mujeres wayuu somos creadoras, tejedoras, artistas, soñadoras. Yo no soy tejedora,
soy wayunkerrera, porque lo que hago son
Wayunkerras, y aunque no hablo
fluidamente mi lengua tradicional, desde que tengo memoria he aprendido a hacer
nuestra tradicional
wayuu bag (como
le dicen en inglés) o "
mochila"
(como se le dice en español), o simplemente "
susu", como se le llama en wayuunaiki, la lengua del pueblo
Wayuu.
El tipo de trabajo que
hacemos se realiza a mano, sin ningún tipo de ayuda mecánica, que incluye una
serie de elementos originales que le dan el certi
ficado intrínseco de calidad
natural: involucra el trabajo no sólo de una mujer sino de hasta tres, y en
ocasiones el de hombres, niños y niñas, que conlleva cuando menos 20 días para que
una de estas piezas de arte esté completa.
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Mujeres wayuu de la Comunidad Wayuu Nouna de Campamento |
Las
circunstancias de mi pueblo me hacen pensar en las historias detrás de cada
mochila que, insisto,
sólo puede
ser comparada con una pieza de arte única e irrepetible. Estas historias
deberían brindarles un valor añadido, pues son elaboradas por una artista wayuu
en un país que enfrenta una situación muy difícil en términos de derechos
humanos, conflicto armado, corrupción
y pobreza. Desafortunadamente, son ignoradas debido a la
ceguera producida por el consumismo.
La
Fuerza Mujeres Wayuu, con el apoyo
del Fondo Global de Mujeres, inició un proceso de fortalecimiento y
empoderamiento económico hace más de ocho años en la Comunidad Wayuu Nouna de
Campamento, donde, sin ser el único ni el primer ejercicio de este tipo que se
desarrolla en el territorio,
40
mujeres dieron inicio al programa que se basa en el tejido como una estrategia
de protección frente al conflicto armado y las violaciones de derechos humanos.
El principio fundamental de esta
iniciativa ha sido la protección de
Wounmainkat
- Nuestra Tierra, contra las amenazas de las multinacionales, a la presencia de
grupos armados legales e ilegales
y
la reclamación de justicia. Además procura la obtención por parte de la artista
de una remuneración digna por su trabajo, en aras de promover la independencia
financiera de las mujeres wayuu que, entre otros factores, enfrentan la
barbarie de la guerra.
Tristemente,
el proceso terminó solo con siete mujeres después de todo este tiempo, pero
ellas han sido constantes en sus objetivos y se han comprometido con la defensa
de sus derechos, al mismo tiempo que han aprovechado sus conocimientos en el
tejido para sacar adelante a sus familias.
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Foto de www.pulzo.com |
Ahora,
respecto al caso de la diseñadora española
Stella
Rittwagen, que me ha sido enviado por varias fuentes y me motivó a escribir
este artículo, debo declarar que no es el único en el que personas externas y
ajenas a nuestra cultura se lucran descaradamente apropiándose de las creaciones
indígenas.
Esta diseñadora, que
conste, declaró que ella misma fue a comprar las mochilas en las rancherías de
Riohacha. No obstante, estos agravios se suman a un creciente número de
agresiones hacia nuestro patrimonio inmaterial, cultural y artístico. Para comprobarlo
basta con recordar el reciente escándalo que se armó por la venta del famoso
sombrero ‘
vueltiao’, patrimonio del
pueblo Zenú de Colombia, que resultó ser “made in China” y que se pretendía
vender en las calles del país.
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Isaac Ole Tiaolo |
Estas
situaciones tampoco suceden únicamente en Colombia.
Otras comunidades indígenas se ven afectadas alrededor del
mundo, como es el caso de los Massai, un pueblo indígena seminómada que habita en el sur de Kenia y el Norte de Tanzania en el continente africano. En el 2013 varios medios electrónicos hicieron eco a la voz de
Isaac Ole Tiaolo, indígena
Massai y director de la organización Iniciativa de la Propiedad Intelectual
Massai. Él asegura que según estadísticas
de diferentes oenegés como Light Years Indigenous Peoples –especialista en
asegurar los derechos de los pueblos indígenas sobre la propiedad intelectual
de sus creaciones en países desarrollados–más de 80 compañías alrededor del
mundo utilizan la imagen y el nombre Massai para obtener beneficios económicos.
Es pertinente
también mencionar otras situaciones que con nombre propio afectan al pueblo
Wayuu en su conjunto. Por ejemplo, el lanzamiento de la colección primavera–verano
2013 de la diseñadora
Sophie
Anderson, a quienes los medios electrónicos en el Reino Unido aclamaron por
sus diseños “basados en la mochila amerindia”. A la diseñadora Anderson la
califican como “de ojo particularmente ecléctico”, ya que en cada pieza combina
lo moderno con lo antiguo, pero lo que más llama la atención de “su colección”
es la vibración de los colores que ella combina en “sus” diseños, diseños y
colores que, valga la pena decir, no son otra cosa distinta a lo que llamamos
en wayuunaiki:
kanaas, dibujos únicos
y exclusivos de las artistas wayuu, los cuales ni siquiera existen en patrones
impresos, porque cada una de nosotras los lleva guardados en la memoria.
Esta
situación es sólo comparable con nuevas formas de colonización y de esclavitud,
donde las mujeres wayuu han tenido que tejer en materiales de menor calidad que
les permitan finalizar en tiempos súper reducidos, lo que los alijunas
llaman “productos” con el objetivo de cubrir la alta demanda que es subestimada
por los compradores, además de ser mal pagada por los comerciantes.
Inclusive
se conocen casos de “marcas” registradas que usufructúan nombres que han puesto
a sus empresas perteneciendo éstos al wayuunaiki, nuestra lengua tradicional. De la misma forma utilizan los fonemas
propios de nuestra lengua para poder abarcar más compradores del producto. Conocemos también casos de amenazas
directas por parte de personas que están detrás de esas marcas, y que impiden
el uso de nuestra lengua y tradición en las optimizaciones de los motores de
búsqueda online, con el argumento de que estas palabras han sido registradas en
países de Europa, utilizando el degradante juego del uso de los fonemas.
Cuando
hablo del uso de los fonemas, sin ser lingüista (incluso sería interesante si
un lingüista pudiera aclararme esto), me refiero a que para un estadounidense,
un canadiense, un suizo o un alemán, al pronunciarles por primera vez la
palabra ¨wayuu¨ ellos la escuchan como ¨why you¨ o ¨vayu¨ ¨uayu¨ o ¨uaju¨ o
¨wayo¨ o ¨wayoo¨ o como ¨wow you¨, y así la escriben cuando quieren guardar o
buscar información online, por ejemplo. Conozco marcas nombradas como ¨Susu
Wayúu¨ una tienda en España, ¨Pulowi¨ una marca de joyas en Colombia, Wayuu Bag
en Estados Unidos, ¨Guay you¨ una
iniciativa de estudiantes en Colombia, Wayuu Tribe, Mochila Bag, Wayuu Mochila,
Mochila Bags, Wayuu Life, entre cientos de otros nombres de negocios que venden
la mochila wayuu. Las mochilas wayuu
son ofrecidas en plataformas de comercio electrónico donde se puede adaptar un
perfil con lo que se conoce como un frontpage
de venta, que no es más que una pagina para ofrecer productos, y hay aún más,
páginas donde se pueden comprar productos, precisamente, “made in China ” al
por mayor, en donde hay mochilas wayuu.
Todas estas, ofertas comerciales, son manejadas por alijunas, pero
ninguna por wayuus.
No
se puede dejar de mencionar a Sapia C.I. S.A.S, más conocida como Salvarte,
exitosa empresa basada en la compra y venta de artesanías, que fue la primera
sociedad de propiedad de Tomás y Jerónimo Uribe Moreno,
los hijos del actual, e innombrable por
mis letras, senador de Colombia.
Según
información publicada por
El
Espectador, Salvarte, de la cual los hijos del senador dicen que ahora son
accionistas minoritarios, hoy cuenta con diez almacenes en Bogotá y
exportaciones a distintos países. En 2010 empezó a reportar balances ante la
Superintendencia de Sociedades, en los que registraron ingresos operacionales
por $6.500 millones, ganancias brutas de casi $3.000 millones y ganancias netas
de $200 millones, tras pago de impuestos.
Cifras que evidentemente deberían ser cuestionables por cualquier
artista indígena que alimenta con sus creaciones las arcas de empresarios de este
tipo.
Pero
quiero referirme en particular a dos casos que me han afectado
personalmente.
El primero se trata
de ¨Wayoo¨ una tienda online alojada en Suiza, país en el que vivo hace tres
años.
Mi tienda
www.wayunkerra.com, se encuentra alojada
en un servidor de Estados Unidos.
Como diseñadora gráfica que soy, aunque hace años no ejerzo la
profesión, sé que para posicionar las búsquedas de los potenciales clientes
online, hay que optimizar dichas búsquedas, lo que es conocido en el argot del
e-commerce como
Search
Engine Optimization – SEO por sus siglas en Inglés.
En las muchas conferencias y charlas
que he dictado alrededor del mundo sobre la situación de derechos humanos de
los pueblos indígenas en Colombia, me he dado cuenta, como lo he mencionado
anteriormente, que la forma como se escriben algunas palabras depende de cómo
sean escuchadas por los hablantes de un idioma particular.
En el SEO de mi página de Internet,
entonces, he colocado un sin límite de palabras para que la búsqueda sea productiva.
Precisamente por utilizar esta
estrategia de optimización de búsqueda efectiva, el día 2 de septiembre de
2013, después de haber recibido otros, me encuentro con el siguiente mensaje,
que más que un mensaje, considero una intimidación o amenaza,
que fue enviada a mi casilla de
Facebook:
¨Estimada Karmen y Arne
Escribo con respecto a este
enlace;http://www.wayunkerra.com/#!native-wayoo-bags/zoom/c9ts/image19zh Ahíi
aparece el nombre de la organizsacióon "wayoo". Wayoo es un nombre
registrado y se relaciona exclusivamente con la actividad que estamos haciendo.
Por razones eticas y de transparencia te piedo cordialmente que elimines el
nombre wayoo de tu pagina. No quisiera tener que activar a mi abogado.
Muchas gracias de antemano.
Cordialmente.
Katherine Portmann¨
Algo
así como si un colombiano registrara la marca ¨Gruller¨ y le mandara abogados a
un suizo que vive en Colombia por importar, o comer o hacer y vender
quesos tipo Gruyère, que si bien
no son una creación artística, su fabricación sí, que es un arte cuya primera
referencia histórica de producción data del siglo XII.
También
recibí un mensaje que, traducido del inglés al español, dice lo siguiente:
¨Hola,
Mi nombre es Yessie soy de Bélgica y tengo mi propia marca
de moda. Estoy interesada en
distribuir las Wayuu Bags en Bélgica y hacer mi propia colección. Puede usted dejarme saber si trabaja de
esta manera, si es posible agregar mi propia marca. Puede aconsejarme en precios para distribuidores.
Atentamente,
Yessie ¨
Esta
dueña de su propia marca de moda de la cual nunca conocí el nombre, me pidió incluso,
que quería visitar mi “fábrica”, lo que simplemente evidencia el
desconocimiento absoluto de la cultura y la forma en como se trabajan las
mochilas.
Otra
cuestión detrás de esta realidad, es que estas marcas pretenden apropiarse de
procesos de empoderamiento de mujeres indígenas que nos han costado años de
trabajo y los ¨venden¨ junto con los ¨productos¨, anunciando en sus estrategias
de publicidad que ¨ayudan¨ a las mujeres wayuu a mejorar sus condiciones de
vida, familiares y comunitarias, publicando las fotografías de nuestros
procesos sin consultarnos, cuando la realidad es que compran las mochilas en la
calle 1a o en el mercado de Riohacha para luego decir que las han comprado en
Venezuela, porque como sabemos, el territorio ancestral del pueblo Wayuu se
encuentra dividido por las fronteras de Colombia y Venezuela.
Me
asaltan aún, más cuestionamientos y preguntas que no pueden ir dirigidas
sino a este tipo de
empresarios que desarrollan sus capitales sin consideración por quienes
intervienen en el proceso de creación de valor. ¿Qué es lo que están haciendo para garantizar el bienestar y
sobre todo el buen vivir de las y los artesanos y artistas indígenas? y
particularmente, ¿qué están haciendo para enfrentar estos casos en los que se
desconoce la autoría de las artesanías?.
Desde mi punto de vista,
éste tipo de situaciones, también son de su responsabilidad y competencia.
Ante
estos contextos, es pertinente que se tomen medidas drásticas y estas tienen
que ser, mas que de tipo asistencialista, de tipo legal. La pregunta que sigue entonces viene
siendo: ¿cuáles son las medidas que se deben aplicar? Para el caso de los sombreros ‘vueltiaos’ que son parte del patrimonio cultural del pueblo Zenú, Artesanías
de Colombia aplicó sanciones de tipo económico a los importadores del sombrero ‘fake’ (falso) made in China. Dichas
medidas funcionaron en Colombia, pero lo que no sabemos es si el sombrero falso se esté vendiendo en otros lugares
del mundo, como tampoco sabemos si los chinos ya están planteando la producción
en masa de las mochilas wayuu.
Para
el caso de las mochilas wayuu, ¿cómo se puede controlar cuando una diseñadora
tipo la Rittwagen de España, o la Anderson del Reino Unido o la comerciante
Portman de Suiza, viajan de paseo por una o dos semanas a territorio Wayuu, bien
sea de Colombia o Venezuela, se toman fotos con las mujeres wayuu para decir
luego que trabajan por las mujeres indígenas, compran varias decenas de
mochilas, las empacan en una maleta y las transportan como su equipaje personal,
para luego hacerse famosas y ricas a costa del trabajo de las artistas wayuu?
En
casos de registros de marcas que son creadas a partir de nombres indígenas y
que luego prohíben su uso, pueblos indígenas como el Massai están tomando
cartas en el asunto para poner límites legales, que les permitan sancionar casos
como los de diseñadoras y diseñadores que lanzan colecciones sin reconocer que
las y los verdaderos artistas son
otros. Sin duda los Massai están
marcando un precedente internacional importante en material legal que habrá que
seguir con lupa y aplicar. En todo
caso, también se pueden demarcar condiciones que impidan estos abusos,
especialmente desde los medios de comunicación, difundiendo en el mundo cómo
estos personajes utilizan piezas únicas realizadas por indígenas, pagando
precios indignantes y vendiéndolos en cantidades de dinero astronómicas e
insultantes.
Una
mochila wayuu, elaborada en lo que en castellano se conoce como de doble hilo,
que no es otra cosa que un hilo grueso de menor calidad que permite que una
mochila esté terminada en menos de 5 días, vale entre 30.000 y 60.000 pesos
colombianos (15 y 30 dólares estadounidenses); es decir, que la artista wayuu
recibe entre 3 y 6 dólares diarios por su trabajo. Una mochila tejida con hilo fino, de alta calidad, en la que
la artesana se demora 20 días para dar más de 3.000 anudadas de crochet, es
vendida entre 80.000 y 120.000 pesos (40 y 60 dólares), lo que significa que la
artesana recibe entre 2 y 3 dólares diarios por su trabajo. Entre tanto, diseñadoras como la
Anderson, venden no solo una sino muchas mochila de las que empacan en las
maletas de su viaje de turismo, hasta en 600 euros, tanto en tiendas físicas como
virtuales (online).
Un
tema extenso y complicado. Las medidas de control como la Denominación de
Origen, pueda que funcionen efectivamente dentro del territorio colombiano,
pero para proteger nuestros conocimientos tradicionales, así como otros
aspectos relacionados al patrimonio cultural, intelectual e inmaterial del
pueblo Wayuu e incluso de los pueblos indígenas en general, se deben aplicar
instrumentos internacionales relacionados con la protección de estos derechos,
incluyendo el derecho al consentimiento previo, libre e informado que nos
asiste.
Es
entonces también responsabilidad del Estado, y con esto no quiero decir que al
respecto no se estén tomando medidas. Pero se debe hacer llegar la información
a las comunidades sobre los instrumentos internacionales que contemplan estos
derechos, de manera que converjan en un solo sentido, para poder mejorar lo que
ya existe en el país. También es
importante que se garantice la participación de hombres y mujeres indígenas en
procesos de negociación internacional de los Estados donde se discuten estos
temas, relacionados con nuestro conocimiento tradicional y patrimonio cultural,
intelectual e inmaterial, para que podamos aportar desde nuestras experiencias
y sabiduría a la obtención de soluciones que no resulten contraproducentes para
las comunidades.
En
escenarios como la OMPI –Organización Mundial de la Propiedad Intelectual-, los
Estados discuten temas relacionados con los conocimientos tradicionales de los
pueblos indígenas. Sin embargo, la participación de las comunidades ha sido
limitada, siendo que es justo allí donde también debemos estar.
Las
mujeres wayuu que continuamos soñando con la consolidación de este proceso,
estamos convencidas de que para las mujeres indígenas en general, no sólo las wayuu,
se podrá conseguir que principios como el de la remuneración digna por nuestro
trabajo, sólo podrá cumplirse una vez que el mundo entero valore debidamente
nuestras habilidades como artistas, artesanas y creativas capaces de innovar a
partir de la armonización de nuestros conocimientos tradicionales, y aún
más: cuando se nos respete y
reconozca también como socias comerciales, sin intermediarios. No podemos
olvidar que en el pueblo Wayuu –que es uno solo, sin importar la división que
han impuesto Colombia y Venezuela para marcar sus fronteras- el comercio es una
de las principales actividades económicas.
De
hecho, otra estrategia que estamos intentando poner en práctica desde la
Iniciativa Wayunkerra Internacional, es la de avanzar más en el manejo de
medios electrónicos y nuevas tecnologías, para garantizar la presencia efectiva
en redes sociales y plataformas e-commerce,
que promuevan el contacto directo entre las artistas que elaboran sus mochilas
con los consumidores finales. Al respecto hemos adelantado alianzas incluso con
mujeres indígenas Na´Savi (Mixtecas) de México, interesadas en potenciar estas
estrategias de empoderamiento económico.
Lamentablemente,
este tipo de procesos organizativos requiere de mucho tiempo y dinero, sobre
todo cuando tienen que ver con la
concientización de nosotras como mujeres indígenas para re-valorar y
re-valorizar nuestro trabajo. Este es el resultado del paternalismo estatal y
de las multinacionales presentes en el territorio, que simplemente han regalado
hilos pensando que con limosnas se puede solucionar una situación que ha sido
estratégicamente pensada para promover el empobrecimiento y el desarraigo de
las comunidades.
También
debo mencionar que procesos como el nuestro no es el único y que existen grupos de
artesanas wayuu que son altamente exitosas en sus asociaciones.
No
puedo decir tampoco que todo es funesto, porque hay procesos de buenas
prácticas que son emblemáticos. Artesanas que se han dado a la tarea de
reivindicar el trabajo no solo desde el valor ancestral, sino también desde el
valor económico que debe ser reconocido por la sociedad consumidora. También ha
habido estrategias trabajadas de la mano con diseñadoras y diseñadores de talla
internacional, donde se han desarrollado innovaciones maravillosas y
encantadoras, que enriquecen lo tradicional.
Conozco
mujeres wayuu que trabajan incansablemente en la protección del conocimiento
tradicional de nuestro pueblo, a través de la aplicación e implementación de la
Denominación de Origen, iniciativa
importante pero pensada para proteger el nombre de un ¨producto¨ y la imitación
de creaciones artísticas como la mochila wayuu, o sea que no está pensada para
evitar o al menos controlar su
comercialización indiscriminada.
Se supone además que la Denominación de Origen debería mejorar la
calidad de los ¨productos¨. Sin embargo, al no ser la mochila wayuu un producto,
ha terminado reducida a esto, cuando la demanda de la misma es tal que las
artistas wayuu han terminado bajando la calidad de los hilos con que se tejen
las mochilas tradicionales, para abastecer un mercado que no reconoce el valor
característico en cada una de las creaciones.
Solamente
se tiene conocimiento de pocas iniciativas lideradas por mujeres wayuu en redes
sociales, blogs y paginas de Internet.
Wayuu Taya, es una fundación manejada
por Patricia Velázquez, wayuu de Venezuela y
famosa actriz de Hollowood.
Fundación Susu
Wayuu, dirigida por la wayuu Arelis Pana Epieyu.
Casa Juliru,
una interesante y prometedora apuesta de la también famosa escritora wayuu
Estercilia Simanca que vende no mochilas sino mantas y
Wayunkerra International Initiative.
Paradójicamente,
las mujeres wayuu que hemos creado nuevas marcas haciendo uso de nuestro
conocimiento ancestral (así como las que hemos intentado innovar a partir de lo
tradicional), somos subestimadas y cuestionadas, especialmente por nuestra
propia gente, por estar supuestamente
enriqueciéndonos a partir de nuestra cultura, mientras que a diseñadoras o
comerciantes que llegan al territorio y regatean precios con las artesanas,
además de abusar de la buena fe de algunas de ellas, se les idealiza y venera.
Entre tanto, este tipo de negociantes crea espectaculares y folclóricas campañas de marketing que son
alabadas y altamente publicitadas por los medios fashionistas.
Para
desgracia nuestra, este hecho que no es el primero seguirá alimentando los
patrones de trabajo en condiciones que exponen a las mujeres wayuu –que dedican
sus vidas a la tejeduría, como ya lo dije- a nuevas formas de esclavitud bajo
la ilusión de la ¨ayuda¨, término judeocristiano que hace que la gente compre a
través de intermediarios pensando que salvan a la comunidad. Esto promueve el hecho de que
siguen haciendo a las comunidades indígenas dependientes de una cadena de
consumo que les impide llegar directamente a los consumidores finales.
El
hecho de que diseñadoras o diseñadores se apropien de nuestros tradicionales kanaas, palabras y fonemas para nombrar
sus marcas y vender lo que laman ¨sus¨ colecciones, es cuestionado más por
gente de afuera que por nosotros y nosotras mismas. Pero apropiarse de un
legado colectivo, transmitido de generación en generación a través del
pensamiento y la palabra, como en los casos que he mencionado, solo tiene un
nombre: ¡robo! Y éste delito contra el patrimonio de los pueblos indígenas,
debe ser penalizado.
30 de marzo de
2014
Berna, Suiza