Diseñando un nuevo Kanaas |
Gloria Boscán es una mujer de carácter. Amante de las plantas y los animales, amor que heredó a sus hijas e hijo y a sus nietos y nietas. También ella, Gloria, mi mamá, me enseñó a tejer desde que tenía 7 años. La primera vez que me entregó una aguja, me motivó a hacer cosas pequeñas para adquirir la destreza que necesitaría en el futuro, esa misma que me permitiría terminar otras piezas más finas y complicadas.
- Mochilitas para “aflojar la muñeca”.
Me decía. Al principio pensaba que esas cosas de hilos y agujas eran solo de mujeres grandes. Para mí, estar ahí, sentada por horas, con el hilo y la aguja que se me enredaba más de lo que avanzaba en el trabajo, de verdad que no era nada divertido, sentía que mi momento para jugar estaba siendo sacrificado, además, mi mamá era muy estricta con la transmisión del conocimiento como con otras cosas, así que me desbarataba casi todo lo que estaba a punto de terminar cuando ella consideraba que no estaba bien hecho.
- Tiene que ser bello.
Siempre me decía y cuando yo hacía mala cara o protestaba, ella se aseguraba de recordarme que si no sentía el tejido en mi sangre, entonces no valía la pena terminar una pieza.
- Tejer es de mujeres pacientes. Tu tienes que aprender la paciencia.
Así que si cualquier cosa que iniciara no estaba bien tejida de principio a fin, era mejor volver a comenzar. Con el tiempo me di cuenta que cuando empezaba una vez otra nueva pieza, ya sabía que no podía cometer el mismo error, entonces desarrollé destreza tras el tejido que, además como valor agregado a la paciencia, trajo en mi vida otras cosas que solo ahora puedo apreciar.
Pronto estuve haciendo mochilitas de un solo color. Luego vinieron los retos más grandes: trabajar con dos hilos, dos colores y kanaas sencillo; luego vinieron otras piezas, porque a mi mamá le gusta inventar. Nunca se quedó solo con las mochilas y prefirió hacer cortinas, vestidos de baño, apliquies y mucho más. Muchos de los muñecos que tuvimos en nuestra infancia mi hermana La Potto y yo, fueron tejidos por mi mamá, pero especialmente recuerdo al "pirrinplin", del cual espero tejer un ejemplar muy pronto.
Yo por mi parte confieso que aunque siempre tenga un tejido en mi mochila, en toda mi vida, solo he terminado 6 mochilas grandes, aunque muchas personas tengan pequeñas mochilitas que les he regalado. No dediqué mi vida al tejido, tuve otras cosas que hacer, pero tejer ha sido en muchos momentos importantes de mi existencia, una actividad para pensar, para olvidar que la gente necia se empeña en intentar destruirte, para aprender que solo cuando sigues trabajando con empeño y con ahínco, consigues las cosas que quieres.
Cuando le pregunté a mi madre, como a otras mujeres Wayuu, qué pensaban de enseñar este conocimiento a otras personas ajenas a la cultura, hubo una respuesta que me dejó una gran enseñanza:
- Casi ninguna persona ajena a la cultura que quiere aprender a hacer mochilas, termina alguna cuando la comienza, pero después de aprender la técnica y conocer el trabajo y la dedicación que requiere cada pieza, paga lo que sea por una mochila Wayuu.
También les manifesté mi preocupación por lo mala que soy enseñando, entonces me dijeron:
- Lo que has aprendido bien, lo has de enseñar mejor.
Hoy, ese conocimiento que me regalaron las mujeres de mi familia, lo quiero compartir. Pienso que muchas personas en el mundo no tienen idea de qué hay detrás de cada pieza de arte o artesanía Wayuu. Muchas personas no han logrado entender que su valor comercial, no es más que una demanda del mercado que hace que cada vez más personas conviertan las mochilas en parte de las cadenas de mercantilización.
Solo la persona que sueña una mochila wayuu, es quien la teje.
* A partir del 21 de marzo de 2015, curso básico de tejido Wayuu. Si quieres más información, contáctanos.