Palabras, Barullos, Sueños, Cuentos e Historias de Vida, Viajes y Otras Verdades

Feb 16, 2011

El sabor de la confianza

Para entender tu alma, solo hay que mirar tus ojos.

Eres amigo del viento
tu jefe
el viejo roble que apunta al Sur.

Inevitable desprenderse de tus brazos.
Inevitable desprenderse de tu boca carne.

Tus inmensas manos
son el remedio a mis caderas
y cuando tocan mis hinchados pechos
no hay resistencia para saborear tu sexo

A la sazón
revelas tu identidad de águila
desde la copa del roble jefe
te lanzas a la caza

Tu presa
incitada
gime

Engendramos
los mejores alientos
embriaguez
confianza
amor deseo

Me entrego entonces

Y me disipo

En sabores a morchelas de bosques helados

En noches de cielos nublados

En camas inmensas que ahora ocupamos

En abrazos eternos que
juntos
hemos creado


Invocaciones

Tic
tac
tic
tac
tic
tac
tic
tac
Invoco al tiempo
Él sabrá

Feb 2, 2011

Lapuu: Cuarto Sueño “Creer es un acto de fe, como perder”


Las sombras de papeles blancos, vacíos, producían un infinito y profundo miedo.

La Conferencia Episcopal, había convocado a su magno evento: “Mujeres, Derechos Humanos y Religión”. Yo, había sido invitada a tan importante espacio del orden nacional, para supuestamente contribuir, en lo posible, con la visión de las mujeres indígenas en materia de espiritualidad y situación humanitaria.

Había por lo menos tres mil personas en La Plaza de Los Artesanos, pero algo me parecía que no andaba bien. Le comenté a Sandra mi inquietud, si la reunión era para mujeres, por qué no había, si quiera, entre el público, la mitad de ellas. La mayoría eran hombres, es más, eran más curas que hombres.

La ceremonia de inauguración, precedida por el arzobispo Antonio Vicente Salazar Villota, abrió las discusiones. Me encontré absolutamente perdida cuando de repente dividieron al gran público, en múltiples grupos para dirigirse a diferentes iglesias de la ciudad. Nosotras, fuimos enfiladas para asistir a las presentaciones que tendrían lugar en la Iglesia de San Francisco en la Avenida Jiménez con Séptima.

Después de haber recorrido toda la ciudad para llegar hasta el lugar de la reunión, llegamos tarde. Cuando entramos, Sandra y yo, quedamos perplejas al observar con detenimiento cada detalle de las hojillas de oro que adornaban las paredes y los santos del templo bogotano. Poco era lo que podíamos escuchar acerca de las discusiones sobre mujeres y derechos y religión. Poco era lo que nos importaba escuchar a los curas hablando sobre estos temas.

Al frente, en una mesa altísima y adornada con manteles color violeta, había 16 sacerdotes, engalanados, sentados con sus espaldas rectas, en las sillas de espaldares mucho más altos que ellos cuando estaban de pie, discerniendo sobre la espiritualidad de las mujeres de hoy. Más que tratar de comprender, penetraban y descalificaban, de manera infame, los cambios de la sociedad femenina. No había ni una mujer, ni una monja, siquiera, para poder tomar la palabra en esa mesa.

¿Pueden o no usar pantalones las mujeres?, ¿Por qué hoy en día, las mujeres pretenden ser superiores a los hombres?, ¿Por qué, la mujer que no se casa y mantiene relaciones sexuales con un hombre, es una fornicadora?, ¿Por qué las mujeres han olvidado hoy por hoy, que han nacido gracias a la obra de Dios, por haberlas sacado de la costilla de un hombre?, ¿Por qué son las mismas mujeres las culpables de sufrir, hoy por hoy, violaciones de todo tipo? ¿Por qué las mujeres no han vuelto los ojos a Dios misericordioso?.

El auditorio, que, valga la pena recordar, en su mayoría, estaba ocupado por hombres, y curas, cada vez más, se enfurecía al pensar en sus mujeres usando pantalones, fornicando con unos y otros, violadas por provocadoras, y por estar, cada vez más, apartadas del Señor.

Hubo espacio para preguntas. Sandra y yo, levantamos nuestras manos, para probar la posibilidad de ser atendidas y escuchadas. Los hombres fueron primero. – “Si mi mujer hubiera venido, entendería por qué debe hacer lo que le digo”-, -“Si mis hijas hubieran escuchado, hoy no tendrían tantos problemas”-, -“ A mi novia la dejaré por fornicar conmigo” -, y más y más afrentas en contra de las mujeres que estaban en las casas esperando a tan ejemplares hombres, se vinieron en contra.

Llegó el turno de Sandra. Estaba asustada de hablar. También yo tenía miedo de que ella abriera la boca. Pero se sacudió como quien reacciona de un golpe en la cabeza, apretó sus puños y comenzó: -“Hoy, estamos aquí, reunidas y reunidos, para hablar de temas que nos competen a todas y todos. El título de la convocatoria de esta conferencia, se refería a las mujeres, y sin embargo, aquí, hay mas hombres discutiendo sobre nosotras y nuestras vidas, y mas bien es poca nuestra presencia y casi nula, nuestra participación. Estamos cansadas de los hombres que opinan por nosotras, estamos hartas de los machos que quieren controlar nuestros mundos. Ni que decir de la religión, no hay que olvidar que la iglesia siempre ha querido ocultar a la mujer y su papel en la supuesta historia sagrada que nos han inventado, en donde la verdad de mujeres grandiosas, ha quedado reducida a la hembra de turno que limpió los pies de algún apóstol…”-

Mientras Sandra hablaba, muchas mujeres del público, comenzaron a virar la cabeza, algunas sorprendidas y hasta escandalizadas, otras, para apoyarla, pero de repente, Juancarlos, llegó hasta la mesa en donde los 16 curas estaban sentados y dos de ellos se levantaron de la mesa, justo, después de sus secreteos con él. Vimos como seis hombres venían por nosotras. Sandra detuvo su intervención, justo cuando hacía referencia a la fornicación que ella ahora llamaba satisfacción. Varias mujeres nos rodearon para escondernos entre la multitud. Salimos, ilesas, de la iglesia.

Patricia y otras mujeres solidarias del movimiento, nos llevaron a un pequeño hotel no muy lejos de allí. Ellas pensaban que los súbditos de la Conferencia Episcopal, no se atreverían a buscarnos tan cerca de la Iglesia San Francisco. No entendíamos el por qué de la persecución, cuando simplemente habíamos expresado nuestra inconformidad. Las mujeres nos explicaron que la iglesia, había emprendido la nueva tarea de recuperación de género, cuyo objetivo era motivar a los hombres a tomar nuevamente el control sobre “cualquiera”. Nos dijeron que las mujeres que fueron invitadas a esa reunión, nada tenían que ver con nuestras demandas de igualdad de derechos, ellas, eran mujeres ya doblegadas, convencidas de entregar sus vidas y libertades a los hombres que las dominaban. La invitación que nosotras habíamos recibido, había sido enviada por las solidarias, quienes se habían infiltrado en la institución religiosa, para intentar detener los planes del arzobispo Antonio Vicente Salazar Villota, quien estaba siendo amplia y abiertamente asesorado por Juancarlos.

Juancarlos era uno, de mis ex. Conocía mínimos detalles de mi, de mis acciones. Estábamos en alto peligro.

El celular timbró. Era él. Contesté la llamada. El me dijo que estaba asustado por mi, que quería verme, que necesitaba verme para explicarme todo lo que estaba sucediendo, porque yo, estaba en alto peligro de ser desaparecida, esta vez, por la Conferencia.

No le dije nada a nadie y decidí ir a encontrarlo. Lo cité, al día siguiente, en una pequeña cafetería que estaba cerca del hotel. Cuando lo vi, tenía un cigarrillo en la mano y fumaba desesperadamente, evidentemente nervioso, no conseguía guardar la calma.

Me tomó de las manos para decirme que me amaba, que quería ir conmigo a donde yo tuviera que ir y que no quería que nada malo me pasara. La Conferencia Episcopal, tenía planes para conmigo y con Sandra, como también con Patricia y otras mujeres del movimiento. Juancarlos, lloraba. Me dijo, que querían matarme.

Le pregunté por el plan ridículo de la Conferencia Episcopal acerca de la recuperación de género y me dijo que todo era cierto. No había vuelta atrás. La curia, nuevamente gobernaría en todos los sentidos. Todo quedaría una vez más bajo su control, para fortalecer su poderío. Me dijo también que tenía que decirle a Sandra algo de sus hijas. Lo llevé hasta el hotel.

En la habitación, Sandra, estaba acostada en la cama de arriba del camarote, cuando vio a Juancarlos quiso saltar para huir, pero logré calmarla. Ellos se sentaron en la cama doble que había también en el cuarto, mientras yo, entré al baño. Cuando salí, Sandra no estaba. Juancarlos me tomó de la mano y me pidió que me acostara con el. Acurrucado entre mis brazos me pidió perdón una vez más, como cuando lo había hecho ya en otras dos oportunidades. Le pregunté si su mujer, sabía en donde estaba, me dijo que no.

Mientras el hablaba, vi una gota de sangre, diminuta, en su ceja. Pregunté por Sandra y no hubo respuesta. Sabía que era mi fin. Otra vez, las sombras de papeles blancos, vacíos de letras, llenos de sangre, producían un infinito y profundo miedo. Una vez más, entre sus voces de perdón y sus sollozos de arrepentimiento, me lancé a la muerte, entre sus brazos.

Lapuu, en su visita de esta madrugada, me previno.  Ya no pasará, mis seyuu están conmigo, mostrándome el camino, de los indios vivos.

Miércoles 2 de febrero de 2011
Berna, Suiza
4:28 a.m.

Feb 1, 2011

Mientras navegas de Madrugada

Tratando de pasar el "jetlag", aquí, en mis nuevos aposentos, al otro lado del charco, siendo las 4 de la madrugada, encontré este hermoso regalo que me hiciera, hace ya más de cinco años, mi padre, Ignacio Ramírez Pinzón, un hombre, escritor y soñador, o mejor un cronopio, que con su sangre alijuna, me transmitió el poder de la palabra puesta en el papel de los viajes de Gulliver, del Señor de los Anillos y de Sherezada en sus Mil y Una Noches, para hacerme entender que "Ningún Lugar Está Lejos". A mi querido viejo, Nacho, Nariznauta, Cronopio, solo a él, debo mi amor por la escritura y por la literatura, pero sobre todo solo por él, es que no he perdido aún, en medio de un mundo sumido en la barbarie y el engaño, la capacidad de soñar.

Gracias papá por lo que contribuiste a hacer de mi.

Septiembre 12 2005

De mi papá el Cronopio mayor de Colombia

Mi niña

No trasnoches tanto en el umbral de los satélites

Vas a perderte el gorrión que picotea la ventana

Y la estrellas cenicientas que perdieron a medianoche sus zapatos

Tu padre está muy solo y con dolor de huesos

Y no quiere la afrenta de que te enteres de sus ayes

Entonces te veo y escribo estas palabras

Que no quieren respuesta

Solo las elucubro para decirte que la noche viaja como una loca enardecida

Y alguien espera que germine el trigo

O que un saxofón suene como un tren dorado

Y entre en los sueños

Su canción de humo.

No te trasnoches tanto

Aunque los acordeones te espanten las quimeras.